Entrevista al artista Lidó Rico sobre su colaboración con la Fundación de Victimología

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img 79351 Entrevista al artista Lidó Rico sobre su colaboración con la Fundación de Victimología

- Comienzas ahora una nueva andadura, un camino en el que el concepto “víctima” y todo lo que gira en torno a él emerge con fuerza. ¿Cómo surge esta idea de trabajar con la Fundación de Víctimología?

Siempre he pensado que las cosas ocurren cuando deben, provocarlas es a veces contraproducente, conocer a determinadas personas en el momento apropiado supuso el detonante para el inicio del proyecto Genoarquitecturas, con la Fundación de Victimología ha ocurrido de la misma forma.

Me interesa el arte que huye de lo endémico, de lo banal, considero que la aportación social que el arte debe trasmitir es fundamental y necesaria, creo en su impulso, en su capacidad de alterar positivamente nuestra percepción y forma de ver la realidad, comparto ese interés por las personas y por cualquier tipo de avance respecto a una superación emocional, si un trabajo vinculado a esta temática puede servir para que alguien logre restablecer su estabilidad, esperanza o ánimo, te puedo asegurar que voy a luchar por eso. Mis preocupaciones sobre el calado emocional del arte, sobre su papel activo como catalizador social, siempre ha estado presente y forman parte indisociable dentro mi discurso.


- La idea de Víctima, la Víctimología, abre la puerta, por desgracia, a un abismo de posibilidades temáticas enormemente amplio, de hecho, en cierto modo, tú mismo eres víctima de tu propio arte al usar tu propio cuerpo como molde, ¿tienes pensado centrarte y ampliar el foco sobre alguna de estas posibilidades o vas a emplear más bien una vista panorámica?

En ningún momento me considero víctima, lo he elegido yo, soy tan esclavo de mi forma de trabajo y de vida como cualquier persona lo es de la suya.

Somos blandos y eso nos delata, lo blando es débil, carece de la credibilidad que otorga la permanencia, el poder del hombre reside en sus ideas, es donde se asienta nuestra importancia, a través de ellas y de su evolución se puede conseguir avanzar para cambiar las cosas. Vivimos dentro de una prisión llamada cuerpo, entre conceptos como hombre y libertad existe una distancia descomunal, son términos antagónicos en todos los sentidos.

Para poder hablar del otro, es necesario conocerse a uno mismo, hacer un importante y riguroso trabajo introspectivo, saber gestionar la soledad hará que podamos amplificar otros conceptos, porque siendo un mero espectador puedes gritar todo lo que quieras, pero no arañas nada, la validez de un trabajo se mide por su capacidad de horadar y de mantenerse en nuestra memoria. Entiendo una obra de arte como una carga de profundidad emocional.

Todo drama, toda pérdida, toda injusticia, tiene en común un desmoronamiento emocional que te lleva al derribo, arrebatan un pilar de tu construcción y todo se desmorona, la ruina pasa a formar parte de tu vida, puedo parecer un idealista pero tengo la certeza de que el arte puede darnos ciertas claves para lograr apuntalar ese caos, puede ayudar a reconstruir el edificio de una existencia devastada por la desgracia liberándolo de muchos estigmas.

La palabra panorámica no entra en mi diccionario, las caricias pueden calmar pero no dejan de ser tangenciales, el problema está en la herida y tiene nombre y apellidos, es ahí donde hay que trabajar para lograr conseguir los resultados más certeros.

- ¿Crees en la capacidad del arte para movilizar conciencias?

Esa es mi filosofía de trabajo, somos números, la manipulación social nos hace pensar que somos únicos y que tenemos un gran valor pero si te alejas un poco, verás que somos una enorme secuencia numerada pero con un cero coma delante, vivimos dentro de una gran mentira donde valores como el del respeto y la tolerancia se están ahuecando y van desapareciendo convirtiendo nuestra existencia, nuestra vida no en el milagro que realmente es, sino en algo mucho más oscuro y demencial.

El compromiso no se trabaja desde la anécdota sino desde las evidencias, somos un estado de conciencia y esa es nuestra plataforma para lograr despegar, porque cuando vives de la apariencia o actúas como el actor que todos esperan, aparece la ceguera que impone la soberbia, uno de los mayores males del hombre, siempre he pensado que la soberbia no es más que una frágil cáscara donde se aloja la ignorancia.

El deber del arte es el de mover ese árbol para que los estereotipos, los complejos caigan por estar maduros o podridos, reactivar la circulación, podar y hacer que comiencen a brotar nuevas percepciones y nuevas actitudes, la profundidad de nuestra conciencia es insondable pero eso no implica que asumamos rápido cualquier noticia para evitar seguir cayendo y pensando sobre ella, en la actualidad, mantenerse en la valentía, en la confianza, en el cuestionamiento, es vital y más necesario que nunca.

- La Fundación de la Víctimología tiene un fuerte arraigo en América Latina: es precisamente éste un escenario donde la violencia endémica ha hecho crecer con fuerza esa idea de Víctima; estoy pensando, por ejemplo, en los habitantes de Ciudad Juárez, ¿tienes pensado  cruzar el Atlántico? ¿Estás preparado mental, espiritual y físicamente preparado para aceptar tamaño reto?

Hay muchas formas de violencia, en una tragedia, nunca existe una sola víctima, porque familia y entorno también se convierten en ellas, si esto pasa a ser algo frecuente y encima va acompañado de una constante impunidad, el desamparo emocional, no solo en Ciudad Juárez sino en otros muchos lugares de Latinoamérica y del mundo, es insufrible, asumir la impotencia visceral que genera tanta injusticia es desgarrador para cualquier persona.

En unos meses marcho a Méjico, comenzamos por inaugurar un par de exposiciones dentro de un contexto crucial como es el del ámbito universitario, pero lo más importante para mí, es tener la posibilidad de conocer de primera mano ese duro contexto.

Si en la distancia ya ha supuesto un reto comenzar a trabajar sobre las víctimas, una vez conozca in situ a las personas afectadas y sus historias, el compromiso se multiplica, soy tremendamente permeable y eso hace que en muchas ocasiones lo pase bastante mal, pero por encima de mí está el trabajo y los resultados, solo soy una pequeña pieza que intenta gestionar la experiencia, canalizar las sinergias que van apareciendo para seguir desarrollando nuevas ideas.

Mi prioridad son las personas y la búsqueda de una efectividad no paliativa sin más sino positiva y real, utilizando el arte como vehículo que pueda llevar a sus vidas un nuevo punto de vista de su situación, del problema, que los ayude otorgándoles una nueva visibilidad, de esta manera la restitución de esa normalidad usurpada por la violencia estará más cerca.

Estamos construidos por el miedo, nadie está preparado para enfrentarse al mal y a las secuelas que produce, tendemos a huir de cualquier realidad que consideremos ajena, de eso se encargan los medios, la exposición diaria de tanta violencia y sectarismo manipulados, hace que acabemos inmunes, narcotizados y aletargados en la comodidad de nuestra indiferencia, ese alejamiento e insensibilidad frente a las victimas suponen un gran problema.

El arte que surge de espaldas a las necesidades reales que la sociedad demanda se condena a la estética de lo inútil, no me interesa en absoluto.

Llevo muchos años trabajando con aspectos que tienen que ver con el hombre ligado a su piel, al tiempo, a su memoria, soledad, angustia, política o violencia, siempre es un reto dar un paso más, esta nueva implicación es el motor, el alimento que necesito para seguir avanzando en mi forma de entender no solo el arte sino también la propia vida.


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